viernes, 9 de septiembre de 2011

Los océanos y la belleza

Las mujeres somos como océanos, me digo. Una superficie bella que se ve afuera, pero, la verdad de los océanos se encuentra en su interior. Allí están los grandes naufragios, los bancos de coral, abismos muy profundos que nos hacen llorar cada vez que nos paramos en el borde.
Ser mujer es un misterio hasta para nosotras mismas, pedirle un hombre que nos entienda es demasiado, me dijo hace poco una amiga.

Con los años una va perdiendo en carne y consistencia, pero va ganado en sabiduría (aunque esta sea una moneda que por estos días cotiza poco) con lo cual la insondabilidad del abismo se va haciendo más accesible, mas humana. Empezamos a entender los agujeros propios y ajenos. Pero, cuando enciendo el televisor y miro algunos programas de aire me digo: ¡Que cruz esta, la de la mujer y su belleza! En los hombres la fealdad puede ser tolerada como un atributo exótico, en una mujer es casi un pecado.

Una vez conocí a una chica que era fea. No recuerdo bien que rasgos tenía. Lo que si recuerdo es que ella se sentía fea, se sabia fea, se pensaba y se vivía, se creaba a si misma, fea. Tal era su sentimiento, que se incomodaba si la miraba para hablarle. Ella creyó lo que le dijeron y quedo atrapada en una imagen que le devolvió el espejo.
Por la misma época conocí a un hombre feo. Feo y deforme. Se parecía a Igor el ayudante de Nostradamus (Una historieta que Leia en mi adolescencia) Feo y tullido subió al colectivo a los gritos para que lo dejaran pasar, para que le dieran el asiento, para que la gente se corriera. El colectivo venia lleno, pero ante su reclamo, se fueron armando claros por donde Él iba pasando. En si mismo era un espectáculo y no permitía que nadie lo ignorara.
Hace un tiempo leí una recopilación de biografías de mujeres celebres en la historia argentina. En cada una de las biografías se hacia mención de la belleza o falta de ella que tenían las protagonista. Es como decir que sin importar lo grandioso de su obra, el hecho de ser fea les dejaba una mácula en el legajo. El defecto, la gran mancha de pertenecer al género y no honrarlo con una buena apariencia.
Hoy en día las cosas se ponen cada vez peor, ya que hasta envejecer viene resultando vergonzoso y algo que hay que disimular a cualquier precio. Desde la televisión y el cine perpetuamente bombardean con modelos de mujeres - imposibles de alcanzar - para esta pobre mortal. Ahora ya no te mandan a lavar los platos, ahora te mandan al cirujano plástico – me digo.
La chica en el espejo me saluda como todas las mañanas. En unos días va a cumplir cincuenta años y en la boca le han quedado las marcas de todo lo que ha reído, de los besos que ha dado. Los ojos le brillan con la misma intensidad de los veinte años. Sonríe. Estas muy linda hoy - me dice. Le creo.

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