lunes, 25 de junio de 2012

La Dama y yo




Entonces… el tío Héctor se murió, después de meses de entrar y salir del hospital, perdido en el limbo en que lo tenía la enfermedad con nombre alemán, entrego su cuerpo y partió.

Viejas conocidas somos la muerte y yo. Suelo contar que cuando era chica prácticamente vivíamos en el cementerio. Un mal chiste,  para explicar una serie de muertes prematuras que marcaron mi infancia y me enemistaron con ella durante mucho tiempo. Asociada al dolor y la perdida, anduve sin mirarla y sin querer hablar del tema.

A la dama le conozco el olor; el de los velorios de la infancia, al que nos llevaban en un afán pedagógico de explicar eso que no puede ser inventariado. El de los cementerios, con sus flores agonizando al sol en coronas recordatorias.  El de los panteones con muertos nuevos que llegan a habitarlos. El del que se muere solo y es descubierto muchos días después; como le pasó a un vecino mió cuando vivía en San Telmo. El olor de los animales despanzurrados en el campo, que tanta fascinación despertaban en mí con sus ojos vidriosos, allá por los días en que todo era nuevo. Cada uno tenía una tonalidad distinta, pero todos hablaban de ella.

El cementerio de la Chacarita abrió sus puertas a un bulevar oscurecido por la mañana gris y lluviosa. (Esta no es frase echa, la mañana realmente estaba así). Recuerdo que Castaneda dice que cada uno camina con su propia muerte, después de cumplir los cincuenta estoy en dialogo permanente con la mía, aunque por ahora no se dé que color son sus ojos.

Quien me lea puede pensar: la muerte es dolor, vació, ausencia, corazón partido, tristeza eterna o bien: paz, liberación, camino. El hecho de que no haya crónicas certeras de lo que pasa del otro lado no facilita las cosas. Pero quien ama la vida acepta la parte del todo que desconoce. Poder pensar y vivir así me ha reconciliado con la dama. Me ha religado con la vida, desde un lugar en el cual la única opción posible es la plenitud.

El tío Héctor se fue, su aliento ha dejado este mundo. Veo el mió empañando el vidrio de la ventanilla del colectivo y pienso que es tan inmensa esta humanidad que me habita, es tan prolífico y variado este planeta que me sostiene, que considero imposible que tanta belleza y maravilla  termine con el rigor mortis.

Escribe alguien que no sabe, que nunca a cruzado ese puente. Que ha observado desde el lado de la vida los estragos que algunas muertes provocan. Sin embargo, esta finitud me ayuda a ordenarme en el día a día. Sabiendo que no hay otra posesión que el aire que ahora respiro, trato de construir en la certeza que por ahora es lo único que tengo.



miércoles, 25 de abril de 2012


La reina y yo
En los últimos cuatro meses me he mudado dos veces. Toda mi vida de estos años entró en unas cuantas cajas. Volví a vivir en Buenos Aires, veintiún años después y cuando ya no lo esperaba. Son días de profunda transformación.

Para hablar de Buenos Aires apelo a un recuerdo de mis catorce años. Papá nos trajo a todos a pasar unos días con  la familia. Veníamos de un pueblo que en ese momento no llega a los cinco mil habitantes. De pronto me encontré en Carlos Pellegrini y Lavalle. Dos ojos eran poco para abarcar lo que veía: Cines, negocios, Pumper Nic y sus hamburguesas gigantes, un mar de gente en continuo movimiento.  Era noche y Lavalle irradiaba en luces de neón, carteles, gente, música, borracha de Buenos Aires quede esa noche y todavía me dura.

Se dice que es bella que es puta que es santa que tan europea que tan cosmopolita. Nos regala el privilegio de pasar desapercibidos. Para mi fue un paraíso de libertad en los ochenta venia de la realidad controladora del pueblo, acá mis shorts no eran tan cortos ni mis remeras tan descaradas. ¡Muerto el perro se acabo la rabia! De pronto ya no hubo más rebelión, solo adaptación al nuevo entorno.

Por los noventa, casada y con mi primer hijo en brazos nos fuimos a vivir a Wilde y allí trascurrió la crianza de los hijos, la vida,  todos estos años con domicilio en zona sur. Igual la visite diariamente: trabajo, trámites, estudios, salidas, siempre me trajeron a la Reina del Plata aunque el domicilio real fuera otro. El real, porque en mi documento siempre estuvo el primero, el del departamento que me albergo cuando hace ya casi treinta años, vine traída por vientos santafesinos.

Ahora, respirando nuevamente como local la miro y la descubro. Un paisaje diferente en esta ciudad tan entrañablemente conocida. Me albergó Parque Chacabuco y la calidez del hogar de una amiga que compartió conmigo su techo, sus hijos y el parque: bello, frondoso. Desde ahí descubro los atardeceres nacarados de esta amiga reencontrada. La bicicleta se aprende el camino al Parque Roca bajo los árboles de la avenida. La belleza de esta ciudad, en recorridos nuevos.


Buenos Aires, siento que Latinoamérica te esta ganando. Me gusta tu mixtura de colores y sonidos, las ferias en tus plazas. Me gusta Pompeya llena de peruanos y bolivianos. La feria en el bajo flores que me hizo sentir en El Alto. Entrar al mercado de Carlos calvo y Bolívar un pedacito de San Telmo inmutable al paso del tiempo. Parque Patricios y su impronta de barrio (Esta igual que en mis recuerdos de la infancia). Tantos provincianos como yo cobijándose en tus calles. Entre esta actitud mezcla de superados y analizados, que tiene la población porteña, tan barrial y cosmopolita al mismo tiempo.

En este volver después de haberme ido, te voy descubriendo los pliegues, los rincones. tus bulevares fastuosos a fuerza del verde de los  paraísos. Bares atemporales, vecinas con changuitos. Avenida Santa fe y su toque de chica con clase. Plaza San martín y su derroche de arquitectura, una tarde que lloviznaban flores de palo borracho.

Con un pie en la línea de salida al próximo viaje, abierta mi alma al dibujo del universo, te miro desde un balcón selvático de Palermo. Espero la campana de largada, pero mientras tanto te disfruto hasta el ultimo pliegue, se que entre todos los regalos que me diste esto años, hay uno que es el mas preciado. El inmenso regalo de tener un lugar amado a donde volver. Siempre.

miércoles, 14 de marzo de 2012

 
TALLER DE ESCRITURA CREATIVA

Taller de carácter exploratorio que busca, a través de varias técnicas, la expresión literaria. A través de diversos ejercicios y juegos de estimulación nos acercamos a la palabra escrita. Clase a clase, se va descubriendo qué es lo que cada uno quiere contar y las herramientas con las que contamos para desarrollar la imaginación y la creatividad. Apto para narradores orales y actores, dramaturgos, guionistas, para aficionados a la escritura y docentes.
No se requiere experiencia previa
CONTENIDOS
1ª Clase - Mi crítico y yo. Trabajo individual que se centra en la aceptación de la propia escritura, sin crítica ni censura.
2ª Clase - Cosas que cuentan. Los objetos toman la palabra y nos cuentan su historia.
3ª Clase: Cazadores de palabras.
Las palabras están ahí, solo tenemos que acercarnos a ellas, tomándolas y combinándolas para que nuevamente remonten vuelo en una historia.
4ª Clase - Mujeres con historia. La escritura y la pintura. Las palabras pueden pintar y las pinturas pueden contar.
5ª Clase - Te presto mi cuaderno. Mi cuaderno, tu cuaderno, nuestro cuaderno. Mi historia, la tuya y la nuestra.
6ª Clase - Cartas que queman. ¿Qué misterios y milagros se esconden en una carta? revelamos las historias que esconden los sobres.
7ª Clase: Las noticias son historia.
Buscamos el lado secreto de las noticias, lo que callan los noticieros
8ª Clase: Rompecabezas.
¿Como puedo crear a partir de deshacer un texto? Desde la creatividad todo es posible, desarmo un texto para construir otro.
Duración: Dos meses
Inicio: 9/4/2012 de 19 a 21 hs
Coordina: Graciela Monge
Arancel: $ 170,00 por Mes
Lugar: El conventillo del aprendiz, San Telmo
Consultas al cel. 11-15-6056-0772.Correo: grace0006@hotmail.com
 
 

viernes, 21 de octubre de 2011

PRIMAVERA




Siempre me gustó agosto. En sus días hay una promesa escondida. Es un aviso del invierno que va acabando y la primavera que viene.

Este año agosto anduvo mezquino en días de sol y septiembre se presento con belleza y brillo de princesa oriental. Bien recargado de luz y jornadas radiantes. En el brillo de sus tardes paseando me encontré con el verde. Todo irradiación de naturaleza pariendo.

El “verde que te quiero verde. Verde viento. Verde rama” de Lorca, al “Hombrecito verde que vive en el país verde” de Laura Devetach. Del verde de envidia (que es un color así como más purulento, de cosa que se descompone). Al verde esperanza (este es mas brillante e irradia). Todo verde, como los cuentos prohibidos de la infancia. Del frágil verdor de las hojitas recién paridas, al oscuro casi negruzco, de las plantas
Perennes, que sin importar la estación defienden sus hojas todo el año. Septiembre es verde, como el chacra del corazón que irradia su luz hacia fuera. Y es la única hembra de todas las estaciones ¡Qué cosa!

Septiembre es primavera y hembra es esta estación. El mundo se muestra en variedades de verde que seria demasiado impreciso tratar de catalogar. Los paraísos le ponen un discreto toque de violeta a las calles. Aquí y allá, algún arbusto abre sus penachos rojos al sol, ambos contrastando en la variada monocromía de la época.  Se mezclan con manchones de blanco, en las flores de algunos árboles que no tienen nombre para mí.
Octubre trajo la lluvia tan necesaria y esperada. Lluvia que moja y limpia las cosas. Que estuvo cantando en mi techo hoy

Desde la ventanilla del colectivo en que viajo, observo a esta Buenos Aires recién lavada, que le hace de espejo al cielo y se pone gris. Los observo en esa conversación que tienen con el agua del cielo. Los veo sacudirse el polvo y acariciar a la amiga, recibirla con fiesta y regocijo. Hay un dialogo entre la lluvia y los árboles que se ve mirando. La ciudad esta recién baldeada y en el gris de la tarde los árboles siguen verdes, destellando agradecidos.

Cuando leo a los maestros hablando de la abundancia infinita del universo, pienso en esta maravilla cosida a primavera que me rodea. Abundancia prolífica que en cuestión de horas viste y glorifica, a lo que hace un momento estaba desnudo. Quien pudiera ser árbol - me digo ­- para vibrar esta energía tan fecunda y generosa.

La nena (mi bici) sacude sus llantas, sabe que le espera. Noviembre traerá los jacarandaes en flor, los tilos, los jazmines derramando su aroma en las veredas. Diciembre traerá sopor de siesta y la vida madura se entregara al sol ardiente del verano.
Pero ahora se despereza y reinventa después del frío del invierno, en arrullos y arrumacos de nuevos amantes y de viejos reencontrados.

Mientras pedaleo por las calles de fiesta, un grito pletórico de dicha y nada poético acude a mi pecho: ¡Pucha que es linda la primavera! Miro mis brotes nuevos y me digo que será cuestión de andar viva por la vida para disfrutarla.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Un final con beso

Mi cuerpo es una maquina perfecta que me acompaña en cada uno de mis viajes. Subida a la bicicleta me deleito en esta maravilla de respirar y pedalear siguiendo el sol.
Mi cuerpo no soy yo, es la herramienta de la que dispongo para conseguir las cosas en este plano. Es el medio, el recurso. Lo que soy se refugia en esta masa de huesos y músculos y la utiliza para su mayor bien y beneficio. Estoy acá y ahora, dentro de la vagina de esta mujer que va por la vida buscando desde un par de ojos color miel.
El cuerpo acompaña el viaje, lo facilita, pero ¿Qué hacer cuando la maquina comienza a fallar? ¿Como hacer para elegir y construir la propia muerte? Se elige la vida, los amigos, la familia, el trabajo ¿Se puede elegir como envejecer?
– Viejos son los trapos, decían en mi pueblo cuando era chica.
Escribir sobre la vejez y la muerte. Lo segundo no es tarea sencilla, pero hablar de ese tramo del camino que en que el cuerpo empieza a transformarse en otra cosa, me llena de una genuina incertidumbre.
A lo largo de mi infancia tuve muchos tíos. Cada uno con características bien particulares, que los diferenciaban del resto. El “tío Hetor” era petiso, panzón, fanfarrón y agrandado (mi papá siempre lo decía cuando Él no escuchaba) se reía sacudiéndose todo y siempre tenia la solución perfecta para todas las cosas. Hace unos años le dio la enfermedad esa con nombre alemán, que lo fue dejando cada vez más flaco y chiquito. Ahora, desde hace un mes esta internado por una fractura de cadera, que lo tiene navegando entre sabanas blancas, en el hospital Penna. Lo que el tío solía ser se viene desdibujando desde hace tiempo, ahora, atado a la cama ni siquiera se le parece.
Me parece que le esta afectando la vista – dice tía Dolly. No esta acá, le respondo. Su mente enferma lo lleva por otros caminos, que lo mantienen bien lejos, de esta realidad de suero y sondas.
Mirar los estragos que la vejez causa resulta difícil. Después de todo, si tengo suerte, algún día me va a tocar vivirla en vivo y en directo. Llegado el momento, la deuda de pañales descartables y papillas que los hijos que tienen conmigo, prefiero no cobrarla. La vejez es una evolución hacia la muerte. Otro viaje. Dejar esta maquina y volar hacia otro plano. ¿Será que es tan grande el temor a la muerte que se extiende la estadía más allá del cuerpo, hasta donde la dignidad se rinde a los pañales descartables?
La adolescente que soy en unos días cumple cincuenta años (¡Globos, piñata y torta con velitas quiero!) será por eso, que esta mirando a los ojos estas cosas.
Me gusta vivir en mi cuerpo, caminar, comer, pedalear. Me encanta ver el bosque de de trenes y vagones desde la ventanilla del colectivo, el sexo, escribir y bailar. Me gusta ir por la vida con este pelo, esta voz y estos ojos. ¿Pero que hacer cuando la maquina traiciona? Las manos se mueven sobre el papel construyendo montañitas y círculos. Bellas manos que han creado tantas cosas, tantas caricias, tanto trabajo. Bellas, trazando garabatos sobre el papel.
La despedida debería ser como la mejor fiesta de cumpleaños. El patio decorado con luces de todos los colores, la orquesta tocando el más lindo de los valses. Los hijos charlando con las amigas, riendo. Alguna lágrima descuidada que humedezca el suelo de ladrillos. Algún amor que recuerde mi piel en su mejor momento. Un final con beso.
Que así sea… ¡Quiero!

Los océanos y la belleza

Las mujeres somos como océanos, me digo. Una superficie bella que se ve afuera, pero, la verdad de los océanos se encuentra en su interior. Allí están los grandes naufragios, los bancos de coral, abismos muy profundos que nos hacen llorar cada vez que nos paramos en el borde.
Ser mujer es un misterio hasta para nosotras mismas, pedirle un hombre que nos entienda es demasiado, me dijo hace poco una amiga.

Con los años una va perdiendo en carne y consistencia, pero va ganado en sabiduría (aunque esta sea una moneda que por estos días cotiza poco) con lo cual la insondabilidad del abismo se va haciendo más accesible, mas humana. Empezamos a entender los agujeros propios y ajenos. Pero, cuando enciendo el televisor y miro algunos programas de aire me digo: ¡Que cruz esta, la de la mujer y su belleza! En los hombres la fealdad puede ser tolerada como un atributo exótico, en una mujer es casi un pecado.

Una vez conocí a una chica que era fea. No recuerdo bien que rasgos tenía. Lo que si recuerdo es que ella se sentía fea, se sabia fea, se pensaba y se vivía, se creaba a si misma, fea. Tal era su sentimiento, que se incomodaba si la miraba para hablarle. Ella creyó lo que le dijeron y quedo atrapada en una imagen que le devolvió el espejo.
Por la misma época conocí a un hombre feo. Feo y deforme. Se parecía a Igor el ayudante de Nostradamus (Una historieta que Leia en mi adolescencia) Feo y tullido subió al colectivo a los gritos para que lo dejaran pasar, para que le dieran el asiento, para que la gente se corriera. El colectivo venia lleno, pero ante su reclamo, se fueron armando claros por donde Él iba pasando. En si mismo era un espectáculo y no permitía que nadie lo ignorara.
Hace un tiempo leí una recopilación de biografías de mujeres celebres en la historia argentina. En cada una de las biografías se hacia mención de la belleza o falta de ella que tenían las protagonista. Es como decir que sin importar lo grandioso de su obra, el hecho de ser fea les dejaba una mácula en el legajo. El defecto, la gran mancha de pertenecer al género y no honrarlo con una buena apariencia.
Hoy en día las cosas se ponen cada vez peor, ya que hasta envejecer viene resultando vergonzoso y algo que hay que disimular a cualquier precio. Desde la televisión y el cine perpetuamente bombardean con modelos de mujeres - imposibles de alcanzar - para esta pobre mortal. Ahora ya no te mandan a lavar los platos, ahora te mandan al cirujano plástico – me digo.
La chica en el espejo me saluda como todas las mañanas. En unos días va a cumplir cincuenta años y en la boca le han quedado las marcas de todo lo que ha reído, de los besos que ha dado. Los ojos le brillan con la misma intensidad de los veinte años. Sonríe. Estas muy linda hoy - me dice. Le creo.

viernes, 8 de julio de 2011

Soledad, divino tesoro


El río me llama y voy a su encuentro. Pedaleando palabras, masticándolas, respondo a su llamado de agua. Como una loba en celo, como una amante ansiosa acudo a su voz. Me desarmo ante la belleza de los árboles, desnudos, en el frío de este invierno. Belleza del mundo todo envuelto en hojas secas y tonos sepias.
El viento acompaña mi escape al encuentro del amante, en esta libertad que me da ser la única dueña, de mi cuerpo, mi vida y mi historia.
Recuerdo que hubo una época en que todo vacío lo llenaba la risa de mis hijos, ahora crecieron y se ríen sin mí. En esta nueva independencia que he ganado en estos años, la soledad me trajo algún disgusto y más de una alegría. Ella puede ser una enemiga o una aliada, depende del aprendizaje de cada uno.
En mi caso es una amiga fiel, hemos aprendido a vivir juntas. Le conozco casi todos los disfraces, la he visto seguirme en alguna relación. Ha venido a fiestas, al trabajo, me ha acompañado a criar a los hijos. Sin embargo nunca pude tratarla como enemiga. Después de todo, cuando las luces se apagan y se cuelgan de la percha los disfraces; cuando la escenográfía desaparece, una se queda sola, con la que de verdad es.
La que soy cuando nadie me mira. En este estado de despojo siento el latido del universo. El animal social que soy se relaja y deja a la vida realizar su enseñanza. Machado conversaba con el hombre que iba con el, yo, con la mujer que siempre me acompaña.
Hablo de soledad y recuerdo la chica de plaza once. Hace unos años, cuando iba a terapia, la solía ver a la salida del consultorio. Iba siempre caminando sola, pero como del brazo de alguien, hablando con una persona que era invisible a mis ojos de transeúnte. Va charlando sola con el amor que aun no llegó -pensaba yo. Varias veces la encontré. Un día –el recuerdo es tan confuso que no se si lo soñé o lo viví- la vi con un señor que la acompañaba, tomados del brazo los dos, hablando de sus cosas.
Voy en busca del río y de los hilos que me unen a el. Voy pensando en el amor. Creo que cuando me enamoro la persona no llega en ese momento -ya estaba antes- cuando paseaba por alguna plaza y la rumiaba, o bien mientras preparaba las milanesas en casa y mi mente la iba bosquejando. La persona que llega, llega  amada me parece.
Quizás cuando llega, es porque una es amiga de su soledad y esta dispuesta a compartirla, en la magia de una tarde de junio. Cuando el amor llega, llega amado desde antes, en días de sol y noches - con o sin luna - depende el gusto. 
Mientras tanto mi amiga y yo disfrutamos una de la otra, en lésbica complacencia. Ya que no hay mayor libertad que la de conocerse a si misma.
Él me ve llegar y se enciende de pájaros y orillas, nosotras sonreímos.