miércoles, 22 de diciembre de 2010

La Paz en mi corazón

A mi me gustaría ser periodista para tener esa agudeza de bisturí para diseccionar la realidad y plasmarla en el papel. Pero no soy,  las cosas me salen desde los sentidos, desde las emociones y recién ahora esta volviendo mi alma a mi cuerpo desde la Isla del Sol, del lago Titicaca. Poner en palabras lo vivido durante veinte días en La paz me ha resultado más complejo de lo esperado, será que fue tanta y tan variada la información. Haber conocido a tanta gente fantástica con un gran compromiso con sus orígenes y su historia.
La ciudad de La Paz es bella. Desde El Alto se ve de un color entre rojizo y amarronado. El anfitrión fue Martín Céspedes  del cual conocerán más a través de las entrevistas que salen en este número de la agenda. El me abrió las puertas de su ciudad y su espacio para que yo pudiera llevar el taller de escritura creativa y hacer funciones en distintos sitios como el Bar Caza Duende, El centro Cultural Jaime Sáenz y la Cúpula de Adobe entre otros.
Digamos como para empezar que hay un cierto aire de libertad que es como un perfume sutil que se respira en todas partes. Será la maravilla de poder comer en la vereda, serán los minibuses voceando sus destinos a toda la ciudad, será ese caos organizado que es el tráfico de la ciudad o  la belleza de sus ferias que florecen en cada barrio, como el pasto con la lluvia.  Si hablo de ferias, párrafo aparte merece la de El Alto en la cual se puede conseguir desde un vestido de novia hasta los muebles del living. Desde un clavo oxidado hasta las zapatillas para correr. Bella Bolivia, con su gente amable y cordial, con el Illimani mirando y cuidando de los paseños. Con sus miradores y apachetas –Lugar sagrado de ritual donde se reúnen los Yatiris (Medico – Curandero) que leen la coca - La Pachamama viva y latiendo a cada paso.
Mi paladar quedó tan sorprendido y maravillado como el resto de mi persona, desde la experiencia culinaria que resultó probar “las salteñas” (empanadas típicas de La Paz con nombre argentino) de la cual me hice adicta, hasta los anticuchos sabrosos y picantes que disfruté al final de la función en la Cúpula de Adobe en el bulevar Simon Bolívar.
La “Ventricuateda” fue una experiencia formidable. La maratón de 24 horas que reúne a los narradores de La Paz y El Alto,  comenzó el treinta y uno de octubre al mediodía y terminó el primero de noviembre a la misma hora.  Todo dentro el marco de la celebración del día de todos los muertos, que en Bolivia es una experiencia extraordinaria, en esta manera que tienen ellos de relacionarse con la muerte, de pasar el día en el cementerio brindando, comiendo, bailando con sus muertos. Todas las palabras son pobres para describir este evento, para poder darle un marco que puedan imaginar, los que como yo, no visitamos aún el norte del país, ni Bolivia para esta fechas.
No se cómo plasmar lo que mis ojos vieron, lo que mi corazón latió durante la estadía. El mundo Aimara y el “Occidental” conviviendo. – La comunidad esta viva acá Graciela, me dijo Claribel Loiza, narradora, arqueóloga, mientras paseábamos por la calle de las brujas. -Todos somos cholos, me dijo Martín céspedes. Tener tan claro quien se es y de donde se viene, es para mi, tercera generación de argentinos descendiente de italianos y sin una gota (hasta donde se) en mi sangre de la etnia de este continente, saber quien se es y de donde se viene, fue como un golpe en la mitad  de la frente, maravilloso golpe que me devuelve una Latinoamérica que esta viva pese a los quinientos años de colonia, de mirar para el norte o para Europa.
Cece Asturiaga caminaba conmigo por el mercado  del cruce Miraflores y me explicaba los rituales del día de todos los muertos, tomada de su brazo escuchaba términos como “reciprocidad” “comunidad”, mientras sentía que estaba descubriendo un mundo inesperado.

Una de las cosas que más me impactaron fueron las cholas. Mujeres llenando las calles con su risa de oro, en el mercado, en todas partes, ellas,  con una fortaleza que parece una bandera flameando en sus polleras, en sus caderas. Verlas cargar con esos bultos inmensos, con sus guaguas (niños) a cuestas, atendiendo sus puestos mientras los amamantaban, los hacen dormir. Mujeres, siempre mujeres. Como las de  “Mujeres Creando” un movimiento feminista de avanzada que es muy conocido en la paz y en toda Bolivia. Que trabaja por los derechos de ellas  a través del arte. Con un equipo legal de apoyo a mujeres en situaciones de riesgo, una radio que funciona en La virgen de los deseos, lugar que visité cuando fui a participar en La Hora de Sherezada programa conducido por Norma Melo y Martín Céspedes. Una bella casa en el centro, es su cede.
Esta crónica queda corta, ya que tendría que hablar de los museos que visité, de la Catedral de San Francisco, de los mezcladitos (especie de te de maíz morado y maíz blanco), pero número a número de la agenda irán descubriendo a los narradores y artistas que fui conociendo en mi estadía en la ciudad. Ya que todas la palabras no entran en un solo numero las iré repartiendo en varios para de alguna manera compartirles la maravilla que me viene acompañando en este, el año en que estoy viviendo mi propio descubrimiento de América.
                                                                                                 Graciela M. Monge






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